miércoles, 30 de mayo de 2012

El que tiene oídos, oiga.

Otra característica de estilo descollante que mueve a asombro cuando se pretende aplicar a la Iglesia de Cristo es la expresión "el que tiene oídos, oíga".  Este tajante desafío es emitido a cada una de las siete iglesias bien sea antes (2:7,11,17) o después (2:29; 3:6,13,22) del mensaje dirigido a aquellos que han de vencer.
Si se observa con detenimiento el testimonio de toda la Escritura es factible notar que la expresión "el que tiene oídos, oiga" es típica y exclusiva para el pueblo de Israel. Su revelación tiene inicio en el Pentateuco (Dt.29:4) y Dios concreta su definición al profeta Isaías (6:9-10) para luego ser anunciada por el propio Señor Jesús (Mt.13:9-17,43; Mr.4:9,23; 7:16; Lc.8:8; 14:35) y por el apóstol Pablo (Hch.28:25-27) siempre en una relación invariable con Israel, la nación:
"... Anda y dí a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad" (Is.6:9-10).

A la Iglesia de Dios jamás se le dió semejante mensaje, "...antes bien, como está escrito: Cosa que ojo no vió, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman, pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aún lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido" (1Co.2:9-12).

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